Hemos quedado a cenar en un
restaurante a unos tres kilómetros de casa y tengo varias opciones para ir, una
es esperar a la ñora y llegar a las mil, otra es ir con mi coche pero voy a
beber, otra es que venga alguien a recogerme y queda la opción descabellada, ir
caminando.
Sí, he ido caminando, a ver, sería
una buena opción si viviera en una ciudad pero resulta que vivimos en una
casita de campo, con lo cual, el camino es entre pinos, olivos, vides…
Calculo el tiempo que voy a tardar
por una ruta llena de atajos y echo a andar toda arregladita, sin linterna ni na
que para eso hay luna. Nada más salir chof, chof, joder. ¿sabéis que lleva tres
semanas lloviendo, verdad? Pues yo parece que no me he enterado, el primer atajo
incluye un camino sin asfaltar y ya voy de barro hasta las orejas. Lo que había
imaginado como un bonito paseo nocturno
se está convirtiendo en un baile de charco en charco nada divertido, voy a
llegar preciosa. A todo esto me suena el teléfono.
¡A ver si te va a pasar algo!
Qué me va a pasar????
Nada mas colgar pierdo toda la
seguridad de ese “¿qué me va a pasar?” desaparece porque me empiezan a pasar por la cabeza
barbaridades cada vez peores.
Por qué me meteré en estos líos,
de noche por todo el mundo, sola en medio de ninguna parte, engorriná de barro
y muerta de miedo.
Eso te pasa por vivir en el Amazonas e irte de juerga con los jíbaros. Cuidadadico con los jaguares (los de cuatro patas, no los de cuatro ruedas de los ricachos). :P
ResponderEliminarpero que verguenza cuando nos levantamos, como estaba de barro y el suelo de marmole negro,jajaja
ResponderEliminarEra difícil, pero has conseguido superar mi paseo con chanclas. Con lo experimentada que eres y lo feliciana que llegas a ser! Jajajaja
ResponderEliminarah, no no, el relato completo para que la carcajada sea máss larga jajajajaja Ñora...lo fregaria ella por lo menos no?
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